En este post queremos reflejar las opiniones de nuestros alumnos de prácticas de psicología de la Universidad de Alcalá (UAH) Miriam y Ricardo… tras haber visto nuestro curso de perspectiva de género en psicoterapia. Cómo influye ser mujer/ hombre a mi rol de terapeuta. Nos parece imprescindible contemplar nuestra perspectiva de género al realizar psicoterapia y eso hemos querido transmitir a nuestros alumnos. Aquí os dejamos sus reflexiones.
MIRIAM LÓPEZ RUBIO
Revisión del género desde mi rol de terapeuta
Desde que estamos en el útero materno empiezan a realizarnos una serie de pruebas (ecografías) con el objetivo de poder clasificarnos en una categoría: hombre o mujer. Esa clasificación va a determinar la construcción de nuestro ambiente, ya que vivimos en una sociedad en la que a las mujeres se las educa de una manera distinta que a los hombres y se les ofrece una información diferente sobre lo que deben o no hacer, sobre lo que las debe o no gustar y sobre cómo deben ser.
Bien es cierto que todos nacemos con las mismas emociones básicas, no obstante, el entrenamiento de dichas emociones suele ser distinta en hombres que en mujeres, ya que a las mujeres se las suele enseñar a inhibir la ira, mientras que para los hombres la ira está bien vista.
Por ello, esta formación persigue el objetivo de visibilizar esta manera de socializar y la desigualdad de género en la que nos educan desde pequeños, estableciendo unos valores “femeninos” para las mujeres, así como la sensibilidad, la paciencia, la constante atención y ayuda a los demás, etc. Mientras que a los hombres se les asigna una serie de valores relacionados con el poder, la autoridad y la fuerza.
Estos aspectos de la vida cotidiana los tenemos tan interiorizados que muchas veces no los tenemos en cuenta y, como psicólogos, cuando estamos realizando una terapia es importante ser consciente de cómo estos valores y roles de género que nos han impuesto desde pequeños pueden influir en nuestra manera de entender las diferentes situaciones que se nos presentan y en las decisiones que tomamos a la hora de intervenir.
Es por esto por lo que la coterapia mixta se considera una buena estrategia a la hora de realizar la práctica clínica, ya sea en terapia de pareja, familiar o individual, pudiendo de esta manera disfrutar del punto de vista tanto de un hombre como de una mujer y tratar así de equilibrar la balanza. Además, sobre todo en terapia de pareja, esto es beneficioso, ya que en una pareja heterosexual, uno de los dos puede pensar que el terapeuta se va a posicionar más hacia la postura del contrario por ser de su mismo género, por lo que, con esto, conseguimos que ambas partes se sientan cómodas y comprendidas, además de favorecer también a dichos terapeutas evitando que caigan en prejuicios, estereotipos, roles y normas sociales, posturas machistas o diferencias de género.
Por otro lado, la sociedad establece una ideología del amor romántico basándose en príncipes azules y medias naranjas con la que, sobre todo las mujeres, son entrenadas en dichas creencias y es importante tener en cuenta que en terapia hay que trabajar desde el amor propio y hacerle ver a la persona que es una naranja entera que no necesita ser completada por ningún príncipe. Sin embargo, los terapeutas siguen siendo personas educadas en la misma sociedad y también pueden caer en ese mito del amor romántico, por lo que hay que ser conscientes de estas realidades y trabajar desde la libertad de elección, el autoconcepto y la autoestima de la persona.
Haciendo referencia de nuevo a la importancia de la coterapia en estas situaciones, es de gran relevancia destacar la precaución a la hora de elegir al compañero de terapia, ya que para que sea efectiva es conveniente que ambos terapeutas compartan el mismo paradigma (como por ejemplo en dicha formación podemos observar que ambos están familiarizados con la terapia sistémica, el psicodrama, la teoría del apego, el EMDR y la terapia narrativa) y mantengan ideologías y valores comunes.
No obstante, la discrepancia y los desacuerdos entre terapeutas también pueden servir como herramientas terapéuticas, ya que proporcionan sencillez y espontaneidad a la sesión, pudiendo esto ser interpretado por los pacientes como signo de que su caso importa, puede ser comprendido desde diferentes puntos de vista (al igual que su relación de pareja) y transmitirles seguridad y protagonismo.
Como conclusión, sería importante destacar la falta de consideración y de conciencia que suelen tener los terapeutas acerca de cómo estas normas sociales impuestas, que intervienen en la construcción de sus propias mochilas emocionales, pueden influir en el transcurso y la eficacia de una terapia. Por lo que, en mi opinión, los temas expuestos en esta formación deberían ser tratados e impartidos en los contenidos académicos de los estudios del grado de psicología, permitiendo que los estudiantes analicen sus propias “mochilas” y pudiendo así prevenir que los futuros terapeutas incidan en diversos estereotipos, prejuicios y roles o normas sociales que pueden repercutir en la eficacia de los procesos terapéuticos que lleven a cabo.
RICARDO DANIEL RESENDE ALEIXO
Integrar la perspectiva de género desde nuestro rol como mujer y hombre terapeuta
Siempre he pensado que una solución al enorme impacto que tiene el machismo y la desigualdad de género en nuestra sociedad sería que desde pequeños nos enseñaran, prioritariamente, a ver «al otro» como una persona que tiene sus derechos y deberes que son comunes a todos. Con el tiempo y en su desarrollo, el niño y la niña poco a poco y con la ayuda de sus padres y del entorno irían conociendo lo que los/as diferencian de sus iguales y de los demás pero siempre en base a una condición de ser humano que presenta unos derechos y deberes intrínsecos que son comunes a todos.
Por desgracia, desde pequeños no se nos enseña que somos personas antes que el género «con el que hemos nacido». Esto conlleva que adoptemos un rol de género que nos define desde muy pequeños (influido por nuestros padres y la propia sociedad). En base a este rol viviremos, actuaremos, sentiremos, nos expresaremos, nos relacionaremos…en el mundo.
En terapia, un elemento imprescindible es tratar y comunicar con la persona desde el respeto y la empatía que esta persona, y todas, tienen el derecho de ser tratadas por ser ella/él (precisamente por aquella «condición» de ser persona o ser humano, que se explicaba al inicio de este texto). A pesar de esto, este elemento, aunque insustituible, no es suficiente. Visto lo mucho que impacta nuestro rol de género en nuestras vidas, que el profesional de la psicología tenga en cuenta este elemento es fundamental para llevar a cabo una intervención lo más completa posible.
Por otro lado, los profesionales de la psicología no somos inmunes al impacto que tiene el rol de género o nuestra identidad de género en nuestra vida, y por lo tanto en la forma en que llevamos a cabo la psicología. Revisar nuestra «historia desde el género» es algo fundamental para nosotros y para la persona que viene a terapia en busca de ayuda, ya que nos permitirá alcanzar una comunicación/intervención natural, única y enormemente empática con esa persona.
Tener en cuenta el rol de género es acercarnos al pasado de la persona para entender y mejorar el presente de ésta.